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usted aquel gigantesco kupang [1], que mueve majestuosamente su aéreo follaje donde anida el ágila . Lo traje del bosque débil planta; con delgadas cañas sostuve su tallo durante meses. Si lo hubiera traído grande y lleno de vida, á buen seguro que aquí no habría vivido: el viento le habría sacudido antes de que sus raíces se pudiesen fijar en el terreno, antes que éste se afirmase á su alrededor y le proporcionase el debido sustento para su tamaño y altura. Así terminará usted , planta trasplantada de Europa á este suelo pedregoso, si no busca apoyo y se empequeñece. Usted está en malas condiciones, solo, elevado: el terreno vacila, el cielo anuncia tempestad y la copa de los árboles de su familia se ha probado que atrae el rayo. No es valor, sino temeridad combatir solo contra todo lo existente; nadie tacha al piloto que se acoge à un puerto á la primera ráfaga de tormenta. Bajarse cuando pasa la bala no es cobardía; lo malo es desafiarla para caer y no volverse á levantar.

—¿Y produciría este sacrificio los frutos que espero?—preguntó Ibarra;—¿creería en mí y olvidaría su agravio el sacerdote? ¿Me ayudarían francamente en provecho de la instrucción que disputa á los conventos las riquezas del país? No pueden fingir amistad, aparentar protección, y por debajo , en las sombras, combatirle, minarle, herirle en el talón para hacerle vacilar más pronto que atacándole de frente? Dados los antecedentes que usted supone, todo se puede esperar.

El viejo permaneció silencioso, sin poder contestar. Meditó algún tiempo y repuso:

—Si tal sucediese, si la empresa fracasase, le consolaría á usted el pensamiento de haber hecho cuanto dependía de su parte, y aun así, algo se habría ganado: poner la primera piedra, sembrar, después que se desencadene la tempestad, algún grano acaso germine, sobreviva á la catástrofe, salve la especie de la destrucción y sirva después de simiente para los hijos del sembrador muerto. El ejemplo puede alentar á los otros que sólo temen principiar.

Ibarra consideró estas razones, vió su situación y comprendió que, con todo su pesimismo, el viejo tenía mucha razón.



  1. Kupang o copang , Mimosa peregrina (leguminosas).