Página:Noli me tángere (1903).pdf/162

Esta página no ha sido corregida

rrumpió el alférez con la boca llena.—¡Buena respuesta, santo varón!

Ibarra quiso intervenir, pero el padre Salví, haciendo un esfuerzo sobre sí mismo, repuso con una sonrisa forzada:

—Y ¿sabe usted, señor alférez, qué se dice de la desaparición de esos chicos? ¿No? ¡Pues pregúntelo usted á sus soldados!

—¿Cómo?—exclama aquél, perdiendo la alegría.

—¡Dícese que en la noche de la desaparición han sonado varios tiros!

—¿Varios tiros?—repitió el alférez mirando a los presentes.

Estos hicieron un movimiento de cabeza afirmativo.

El padre Salví repuso entonces lentamente y con cruel burla:

—Vamos, veo que usted ni coge á los criminales ni sabe lo que hacen los de su casa, y quiere meterse á predicador y enseñar á los otros su deber. Usted debe saber el refrán de «Más sabe el loco en su casa .. »

—¡Señores!—interrumpe Crisóstomo, viendo que el alférez se ponía pálido;—a propósito de esto quisiera saber qué dicen ustedes de un proyecto mío. Pienso confiar esa loca á los cuidados de un buen médico, y en el entre tanto con el auxilio y los consejos de ustedes, buscar á sus hijos.

La vuelta de los criados que no habían podido encontrar á la loca, acabó de pacificar a los dos enemigos, llevando la conversación á otro asunto.

Terminada la comida, y mientras se servía el te y el café, distribuyéronse jóvenes y viejos en varios grupos. Unos cogieron los tableros, otros los naipes, pero las jovencitas, curiosas de saber el porvenir, prefirieron hacer preguntas à la Rueda de la Fortuna.

—¡Venga usted , señor Ibarra!—gritaba capitán Basilio, que estaba un poco alegre.—Tenemos un pleito de hace quince años, y no hay juez en la Audiencia que lo falle: vamos a ver si lo terminamos en el tablero.

—¡Al instante y con mucho gusto!—contestó el joven—Un momento, que el alférez se despide.

Al saberse esta partida, todos los viejos que comprendian el ajedrez se reunieron en torno del tablero: la parti