—¡Dad de comer á esta mujer!—ordenó Ibarra.
—¡La noche es obscura y desaparecen los niños!—murmuraba la mendiga.
Pero, à la vista del alférez que le dirigió la palabra, la mujer se espantó y echó a correr desapareciendo por entre los árboles.
—¿Quién es esa?—preguntó.
—¡Una infeliz que se ha vuelto loca á fuerza de sustos y dolores!— contestó don Filipo;—hace cuatro días que está así.
—¿Es acaso una tal Sisa ?-preguntó con interés Ibarra.
—La han preso sus soldados de usted,- continuó con cierta amargura el teniente mayor; -la han conducido por todo el pueblo por no sé qué cosas de sus hijos que... no se han podido aclarar.
—¿Cómo?—preguntó el alférez volviéndose al cura:—¿es acaso la madre de sus dos sacristanes?
El cura afirmó con la cabeza.
—¡Que han desaparecido sin averiguarse nada de ellos!-añadió severamente don Filipo, mirando al gobernadorcillo que bajó los ojos.
—¡Buscad á esa mujer!—mandó Crisóstomo á los criados.—He prometido trabajar para averiguar el paradero de sus hijos....
—¿Que han desaparecido, dicen ustedes?—preguntó el alférez.—¿Sus sacristanes de usted han desaparecido, padre cura?
Este apuró el vaso de vino que tenía delante é hizo señas con la cabeza de que sí.
—¡Caramba, padre cura!—exclama el alférez con risa burlona, y alegre con el pensamiento de una revancha;—desaparecen algunos pesos de V. R. y se me despierta á mi sargento muy temprano para que los haga buscar; desaparecen dos sacristanes, y V. R. no dice nada, y usted, señor capitán... Verdad es también que usted...
Y no concluyó su frase, sino que se echó á reír hundiendo su cuchara en la roja carne de una papaya silvestre.
El cura , confuso y perdiendo la cabeza, contestó:
—Es que yo tengo que responder del dinero ...
—Buena respuesta , reverendo pastor de almas!—inte