-¡Ten cuidado! -dijo en voz alta Albino, el seminarista, a otro joven ;-pisa bien la estopa que hay debajo de tu pie.
-¿Qué es?
-Puede saltar y entrar el agua: esta banca tiene muchos agujeros.
-¡Ay, que nos hundimos! -gritaron las mujeres espantadas.
-¡No tengáis cuidado, señoras! -- les afirmó el seminarista.- Esa banca está segura: no tiene más que cinco agujeros y no muy grandes.
-¡Cinco agujeros! ¡Jesús! ¿Es que queréis ahogarnos? -exclamaron las mujeres horrorizadas.
-¡Nada más que cinco, señoras, y así de grandes! - aseguraba el seminarista enseñándoles la pequeña circunferencia formada por sus dedos índice y pulgar.–Pisad bien las estopas para que no salten .
-¡Dios mío! ¡Maria Santisima! ¡Ya entra agua! - grito una vieja que sentía mojarse.
Hubo un pequeño tumulto; unas chillaban , otras pensaban saltar al agua.
-¡Pisad bien las estopas, allí!- continuaba Albino, señalando hacia el sitio donde estaban las jóvenes.
-¿Dónde? ¿Dónde? ¡Dios! ¡No lo sabemos! ¡Por piedad, venid que no lo sabemos! - imploraron las temerosas mujeres.
Fué menester que cinco jóvenes pasasen á la otra banca para tranquilizar á las aterradas madres. ¡Casualidad rara! parecía que al lado de cada una de las dalagas había un peligro: las viejas no tenían juntas di un agujero comprometido. Y mas extraño aúni Ibarra estaba sentado al lado de Maria Clara, Albino al de Victoria, etc. La tranquilidad volvió a reinar en el círculo de las cuidadosas madres, pero no en el de las jóvenes.
Como el agua estaba completamente tranquila, los corrales de pesca no lejos, y era aun muy temprano, se decidió que se dejasen los remos y todo el mundo se desayunase. Apagáronse los faroles, pues la aurora iluminaba ya el espacio.
-¡No hay cosa que pueda compararse con el salabat, tomado por la mañana antes de ir á misa! - decia capitana