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que soltaran a la mujer y que no se ocupase nadie del asunto.

—Si quiere recobrar lo perdido,—añadió,—que lo pida á San Antonio o que se queje al nuncio! ¡Despejen!

A consecuencia de esto, Sisa fué echada del cuartel, casi á empujones, porque ella no quería moverse.

Al verse en medio de la calle echó á andar maquinalmente hacia su casa, aprisa, con la cabeza descubierta, el cabello desarreglado y la mirada fija en el lejano horizonte. El sol ardía en su cenit у no había una nube que velara su resplandeciente disco; el viento agitaba débilmente las hojas de los árboles, el camino estaba casi seco ; ni un ave se atrevía á dejar la sombra de las ramas.

Sisa llegó al fin å su casita . Entró en ella, muda , silenciosa; la recorrió, salió, echó á andar en todas direcciones. Corrió después á casa del viejo Tasio, llamó á la puerta, pero el viejo no estaba allí. La infeliz volvió a su casa y empezó a llamar á gritos: ¡Basilio! ¡Crispín! deteniéndose à cada momento y aplicando el oído con atención. El eco repetía su voz; el dulce susurro del agua en el vecino rio, la música de las hojas de las cañas eran las únicas voces de la soledad. Volvía á llamar, subía á una altura, bajaba á un barranco, descendía al río; sus ojos erraban con expresión siniestra , se iluminaban de cuando en cuando con vivos resplandores, después se obscurecian , como el cielo en una noche de tormenta: diríase que la luz de la razón chigporroteaba y estaba próxima á apagarse.

Volvió a subir a su casita, sentose en la estera donde se acostaran la noche anterior, levantó los ojos y vió un jirón de la camisa de Basilio en el extremo de una caña del dinding o tabique, que cae cerca del precipicio . Levantóse, cogiólo y lo examinó a la luz del sol: el jirón tenia manchas de sangre. Pero Sisa acaso no las viera, pues bajo y continuó examinándolo en medio de los rayos abrasadores, levantandolo á lo alto; y como si sintiese obscurecerse todo y le faltase la claridad, miró al sol frente a frente y con los ojos desmesuradamente abiertos.

Siguió aún vagando de un lado a otro, gritando ó aullando extraños sonidos ; habría tenido miedo quien la hubiese oido: su voz tenia un raro timbre como no suele producirlo la laringe humana. Durante la noche, cuando la tempestad brama y el viento vuela con vertiginosa rapi.