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—¡Eso es! ¡eso es! asintieron los jóvenes ;—eso queremos.

—¡Muy bien!— añadieron los viejos.

—¿Qué sacamos nosotros de una semana de comedias que pide el teniente mayor? ¿Qué aprendemos con los reyes de Bohemia y Granada, que mandan cortar la cabeza á sus hijas ó las cargan en un cañón y luego el cañón se convierte en trono? Ni somos reyes, ni somos bárbaros, ni tenemos cañones , y si les imitásemos nos ahorcarían en Bagumbayan. ¿Qué son esas princesas que se mezclan en las batallas , reparten tajos y mandobles, pelean con príncipes y vagan solas por montes y valles, como seducidas del Tikbalang [1]? En nuestras costumbres amamos la dulzura y la ternura en la mujer y temeríamos estrechar unas manos de doncella , manchadas en sangre, aun cuando esa sangre fuese la de un moro ó gigante; entre nosotros menospreciamos y tenemos por vil al hombre que levanta la mano sobre una mujer , ya sea príncipe, alférez, ó rudo campesino. ¿No sería mil veces mejor que representásemos la pintura de nuestras propias costumbres, para corregir nuestros vicios y defectos y ensalzar las buenas cualidades?

—¡Eso es! ¡eso es!-repitieron sus partidarios.

—¡Tiene razón! -murmuraron pensativos algunos viejos.

—¡En eso no había yo pensado jamás! -prosiguió capitản Basilio.

-Pero ¿cómo vais a hacer eso? -le objetó el intransigente.

-¡Muy fácilmente!—contestó el joven.- Traigo aquí dos comedias, que seguramente el buen gusto y conocido discernimiento de los respetables ancianos, aquí reunidos, encontrarán muy aceptables y divertidas. Titúlase una «La Elección del Gobernadorcillo;» es una comedia en prosa, en cinco actos, escrita por uno de los presentes. La otra en nueve actos, para dos noches, es un drama fantástico de carácter satírico, escrito por uno de los mejores poetas

  1. El vulgo cree que las almas de los niños que mueren al nacer, se transforman en duendes, en tianak o en tikbalang. Estos últimos son gigantes que tienen algo de Tántalo y á la vez del Judío Errante y los genios de los cuentos orientales