país, tengo que vivir, tengo una madre y me abandono á mi suerte como un cadáver que arrastra la ola.
—Y ¿por este obstáculo se ha desanimado usted para siempre? Y así ha vivido usted después?
—¡Ojalá hubiera escarmentado!—contestó,—¡se hubieran limitado á eso mis infortunios! Verdad es que desde entonces cobré aversión á mi carrera; pensaba buscar otro oficio como mi predecesor, porque el trabajo, cuando se hace á disgusto y con vergüenza, es un martirio, y porque la escuela me recordaba cada día mi afrenta, haciéndome pasar horas muy amargas . Pero ¿qué hacer ? No podía desengañar á mi madre; tenía que decirle que sus tres años de sacrificios para darme esta carrera , hacen ahora mi felicidad ; es menester hacerle creer que la profesión es honradísima, el trabajo delicioso , el camino sembrado de flores; que el cumplimiento de mi deber sólo me produce amistades ; que el pueblo me respeta y me llena de consideraciones; de lo contrario, sin dejar de ser infeliz, haría otra desgracia, lo que además de ser inútil es un pecado. Permanecí, pues, en mi puesto y no quise desanimarme: intenté luchar.
El maestro de escuela hizo una breve pausa y después prosiguió:
—Desde el día en que fui tan groseramente insultado, me examiné á mí mismo y me vi en efecto muy ignorante . Púseme á estudiar día y noche el español y todo lo que se relacionaba con mi carrera; el viejo filósofo me prestaba algunos libros, leía cuanto encontraba y analizaba cuanto leía. Con las nuevas ideas que de una parte y otra he ido adquiriendo cambió mi punto de vista, y ví muchas cosas bajo un aspecto diferente del que tenían antes. Vi errores donde antes sólo veía verdades, y verdades en muchas cosas que me parecieron errores. Los azotes, por ejemplo , que desde tiempo inmemorial eran el distintivo de las escuelas, y que antes tenían por el único medio eficaz de hacer aprender—así nos habían acostumbrado á creerlo—me parecieron después, que lejos de contribuir al adelanto del niño, le inutilizaban considerablemente. Me convencí de que era imposible raciocinar teniendo la palmeta ó las disciplinas à la vista; el miedo y el terror turban al más sereno, además de que la imaginación del niño es más viva, más impresionable. Y como, para que en