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cirios delante de Cristos sangrientos, de Vírgenes de boca pequeña y ojos de cristal, las misas en latín, que dice maquinalmente el sacerdote? Y tú, Religión predicada para la humanidad que sufre, ¿habrás olvidado tu misión de consolar al oprimido en su miseria y de humillar al poderoso en su orgullo , y sólo tendrías ahora promesas para los ricos , para los que pueden pagarte?

La pobre viuda vela entre los hijos que duermen á su lado ; piensa en las bulas que debe comprar para el descanso de los padres y del difunto esposo. «Un peso , dice, un peso es una semana de amores para mis hijos, una semana de risas y alegrías, mis economías de un mes, un traje para mi hija que se va haciendo mujer...» — «Pero es menester que apagues estos fuegos, dice la voz que ella oyó predicar; es menester que te sacrifiques. » ¡Sí! ¡es necesario! La Iglesia no te salva gratuitamente las almas queridas : no reparte bulas gratis . La debes comprar y , en vez de dormir la noche, trabajarás. Tu hija que enseñe entre tanto sus desnudeces púdicas; ¡ayuna, que el cielo es caro! ¡Decididamente parece que los pobres no entran en el cielo!

Estos pensamientos van volando por el ámbito que separa el sahig [1] , donde está tendida la humilde estera, del palupu [2] de donde cuelga la hamaca en que se mece el niño. Su respiración es fácil y reposada; de cuando en cuando mastica la saliva y articula sonidos: sueña comer el estómago hambriento que no está satisfecho con lo que le han dado los hermanos mayores.

Las cigarras van cantando monotonamente uniendo su nota eterna y continuada a los trinos del grillo , oculto en la hierba , ó de la zarandija que sale de su agujero para buscar alimento, mientras el chacón [3], ya no temiendo el agua , turba el concierto con su fatídica voz asomando la cabeza por el hueco de un tronco carcomido. Los perros ladran lastimeramente alla en la calle, y el supersticioso que lo escucha , está convencido de que los animales ven los espíritus y las sombras. Pero ni los perros ni los otros


  1. Pavimento de caña
  2. Caballete del techo
  3. Lagarto que vive en las casas de los filipinos, y es notable por su grito, con el que repite muchas veces la palabra toco.