El referido mozo parecía de posición desahogada, á juzgar por lo esmerado de su traje, buen porte y poca necesidad de trabajar; esto le permitía dedicar bastantes horas á su impetuosa pasión.
Y exasperado por los desdenes de la hermosa Rufina, concibió un plan bastante atrevido y de deplorables consecuencias.
Cierta tarde en que la madre había salido para llevar ropa á los talleres, creyó él tarea muy fácil la de introducirse en la casa y obligar á la joven, por medio de la fuerza, á un amor en que se mostraba tan refractaria y repulsiva.
Pero no consiguió su objeto. La resistencia de la joven fue proporcionada á lo brusco de la visita, sus gritos atrajeron al vecindario y á algunos agentes de la autoridad; triunfó la virtud de la doncella, y el se vió, en cambio, enredado en un lío judicial.
Desde entonces, y por algún tiempo, desapareció de la escena el enamorado é impetuoso gaucho.
La pobre y tranquila casa continuó en su calma acostumbrada, y madre é hija entregadas á sus honradas tareas.
El gaucho había sido un loco, atrevido, zonzo y guarango.
Rufina había sufrido la primera prueba, el primer embate de las desenfrenadas pasiones humanas.
Aquel incidente produjo á su alrededor cierto respeto, y vióse libre de la impertinente turba de enamorados que sus diez y seis años, su hermosura y recogimiento atraían.
En los actuales momentos, su nombre es celebre.
Un terrible y sangriento suceso ha hecho estampar
su nombre en todos los diarios de esta capital y repúblicas vecinas, y que sea pronunciado por todos los labios con lástima.