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¡Desgraciada especie humana!


II

Como se había previsto, el cura de Olavarría escribió una carta hasta cierto punto indiferente y amistosa, pidiendo los 24,000 pesos, que recibió seguidamente sin obstáculo alguno, y los depositó en el banco del Azul.

La joven de la expresada población logró instalarse en Buenos Aires junto á Rufina, y todo el volcán preparado produjo la consiguiente explosión.

La grave revelación de la cocinera le causó un golpe tremendo, sobresaltos é incertidumbres incontrarrestables.

Todo venía muy bien á lo que estaba á la vista, á la carta del cura pidiéndole los 24,000 pesos que ella le había remitido buenamente, y á esa tendencia pesimista que todos tenémos en más alto ó bajo grado, de inclinarnos á creer lo malo y desfavorable.

No procedía otra cosa más práctica é inmediata que marchar ella misma al pueblo de Olavarria, interponer sus cariñosas influencias, y apelar en último caso al eficaz resorte de su hija, que llevaría consigo, puesto que el amor paternal vencería al fin todo obstáculo.

Tomó, pues, una mañana del último junio el tren que sale á las ocho, de la plaza de la Constitución y estación del Sur, y marchó llena de angustia á Olavarría.

El cura, por otra parte, después de la inesperada y terrible confesión, se había transformado en tigre.

Las más negras ideas habían convertido su cráneo en guarida de murciélagos.

Parecíale real y positivamente sentir dentro de su