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dría haberlo hecho, y como todavía lo pudiera efectuar si. Dios me prolongara la vida.

El cura le dirigió una mirada terrible, mirada de rojizas llamas, y le' hizo- esta otra objeción;

—¿Y cómo sería usted capaz de realizar tal acto con una mujer que concurre á casas reservadas de prostitución?

—No he dicho que lo vaya á efectuar, ni que haya pensado en efectuarlo, sino que hubiera podido ó podría, si mi vida se prolongara.

—¿Podrá usted dar las señas de esas casas?

—Con toda seguridad: Calle 'uipacha, nº... y calle de Azcuénaga, nº...


III


El cura se levantó bruscamente, y desapareció.

La joven cerró la puerta trás él, con doble vuelta de llave, y entró seguidamente en el aposento del enfermo.Este se arrojó de la cama dando un gran brinco

Y dijo á la joven:

—¡Eh, che! ahora falta la segunda parte que te toca á ti. Como es de suponer, el primer paso que ese pícaro gallego y clerigazo dará, será el de sacar de manos de ella los 24,000 pesos, en virtud de natural desconfianza. Mañana cerraremos esta casa, y nos iremos los dos para Buenos Aires. Allí estaremos al tanto de todo. Trabajaremos con a8tucia y dinero, para que se vaya la cocinera de la casa entre cuya familia viven ella y su hija; y te presentarás tú seguidamente para reemplazarla, lo cual será fácil con sólo indicarle á ella que eres de Olava­rría, de donde acabas de llegar. Una vez instalada, impulsada ella por la curiosidad consiguiente, te hará preguntas acerca del cura, y tú entonces le referirás muy