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El cura produjo entonces una especie de tos violenta, é hizo esta observación:

—Pues... y usted, que también se unía á ella,¿estaba tampoco mejor dotado por la naturaleza para tal fecundidad?

El enfermo replicó sin desconcertarse:

—Eso se explica fácilmente por la circunstancia de que durante aquel período de años, desde 1871 á 1877, sólo pude proporcionarme algún momento muy fugitivo, por la unión y vida íntima que los dos llevaban. Cuando luego pasaron al pueblo, por motivo de las ineludibles y reglamentarias ocupaciones de él, las ocasiones fueron más holgadas y propicias.

Siguió un largo intérvalo de silencio, y de profundas cavilaciones por parte del cura.

El enfermo oprimía algo con su mano por debajo de las sábanas; tal vez sería el mango de un puñal.

El cura volvió en sí, é hizo la siguiente pregunta:

—¿Y cómo dice usted haber abandonado á esa hija, si aunque sea suya realmente, no había ni podía haber ninguna obligación, puesto que ha pasado, y tenido que pasar, como de otro?

—En el sentido de no haberla nunca favorecido con recursos pecuniarios....

—Ella no los ha necesitado.

—Sin embargo de eso, es mi hija... y he debido hacer algo más por ella; he debido interponerme con toda energía, puesto que las relaciones de su madre con el otro no constituían un matrimonio válido, sino un verdadero subterfugio. Y he faltado todavía más para con la madre, puesto que amándome positivamente como siempre me ha amado, he debido alejarla de ese otro hombre, cosa bastante fácil, para tenerla conmigo; y hasta para casarme legítimamente con ella, como po-