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carriada, como víctima más bien de una negra fatalidad, que de sus mismos voluntarios impulsos, y arrojándose á los pies del digno prelado con la mayor contrición, entre suplicas, lágrimas y suspiros, consiguió ablandar su paternal ánimo, y, mediante una instancia en forma, logró volver al seno de Catolicismo.

Ya estaba. otra vez en la buena vereda.

Y dado tan trascendental y provechoso paso, hacíase lógico observar una conducta intachable para lo sucesivo, ser un sacerdote modelo, por lo mismo que su anterior marcha había sido en extremo oscura y torcida.

Cumplía una regeneración completa, nna virtud verdaderamente estoica para el porvenir.

Las manchas anteriores, podrían solo borrarse con la esponja de la más acrisolada honradez.

El cambio debería ser radical y firme.

El Arzobispo, por su parte, acogió al arrepentido pecador, al nuevo hijo pródigo, con la mayor generosidad.

Sujeto á las pruebas y prácticas de estilo, fue rehabilitado en el sacerdocio.

Y para que atendiera mejor á su subsistencia, se le proporcionaron los medios oportunos.

Por su calidad de presbítero, tenía, como hemos manifestado anteriormente, la potestad de orden.

Se le dió ahora también la de jurisdicción, y fué nombrado cura parróco del pequeño pueblo del Azul.

Tal cambio era para la pobre Rufina un verdadero golpe, porque con el nuevo carácter que su marido tomaba, el matrimonio era nulo, y su unión quedaría en todo caso y para lo sucesivo, como un simple concubinato.

Sufrió, pues, una terrible contrariedad; el camino es-