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un cigarro. Yo no arreglaría eso así. Yo le cortaría á ella el gaznate. Andá, y verás que pronto se hace todo.

El otro dijo entonces abismado en sus reflexiones:

—¡Qué esperanzas! Conviene más intrigar, y al fin la venganza será grande. Me la va á paaagar. ¿Quéne querés? Me parece poco lo otro.

—Pícaras mujeres.... ¡enamorarse de los curas! Ya les daría yo sotana en el cuello.

—Me la va á paaagar. Para eso los vigilo como sombra. Acordate de lo que te digo ahora: que me lava á paaagar. Para ella no ha sido zonzo y guarango el cura. ¡Hija de la gran siete!..

—Y es muy bonita la muchacha esa.

—¡Qué esperanzas! Ya me hiede á sacristía y á sotana y á cera. Yo le daré é ella un colchón bendito. Y á ese chancho.... le prometo no ha de comer más muchos choclos.

—No es mala chaucha un cura. Todo cura es una especie de poroto negro.

—Ya verás, que el lío que les voy á aaarmá, va á ser grande.

—Tal vez no haya, tenido ella la culpa, sin6 que el otro la engaaañó.

—¡Que esperanza! No la engaaañado, porque yo le avise con un papelito que le tiré por la ventana, de que era un cura.

—Está fresca. Enamorarse y hacer liga dos faldas, una de mujer y otra de cura.....

—Pero ya verás como con la mano en el bolsillo... le voy á pegar la gran bofetá.

—Duro... y dale duro.

—¿Te acordás de cuando estuve preso? Entonces juré vengarme y.... me la va á paaagar.

—Te va á excolmugar el cura.