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insignificantes para la vista de un observador indiferente y frío, suelen ser, sin embargo, el más expresivo espejo de la familia, de su vida y costumbres.

Madre é hija vivían en la mayor honradez: todo era en ellas paz, laboriosidad y pureza. El vacío y sombra que dejara la irreparable pérdida, habíanse resuelto en la mayor estrechez y cariño de los dos seres sobrevivientes; el frío glacial que produjera la muerte del esposo y padre, habían tratado de alejarlo madre é hija avivando más la llama de su cariño, enlazándose en abrazos de la mayor estrechez é intensidad.

En 1871, Buenos Aires indicaba ya lo que había de ser, una gran ciudad de mucho movimiento y recursos; pero desde entonces á hoy, podría decirse mediaba un sueño de progreso.

Actualmente no hay en la capital de la República Argentina ningún desheredado; la más débil mujer encuentra trabajo suficiente para vivir con cierto desahogo, y hasta el niño se proporciona una subsistencia segura é independiente con solo vender diarios y combinaciones de tranvía.

La madre era aún joven, y la hija, casi una adolescente.

Sin ser la última un asombro de belleza, encerraba en tan florida edad los perfiles y característico tipo de la mujer argentina: cabellera abundante, faccionnes correctas, ojos grandes é inteligentes, talle esbelto, ricas y provocadoras formas, y pie pequeño y gracioso; formas que se pronuncian y desarrollo que aparece desde muy prematura edad, casi desde los 14 años, por lo cual puede observarse la prontitud de esa mujer para contraer matrimonio.

Parece que á la mujer dice aquí la naturaleza: vuestra nación es muy grande, y están en la mayor soledad inmensos territorios; tenéis, pues, un alto fin que cumplir