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vapores numerosos, hacen del expresado paseo un sitio de los más alegres y agradables.

Pero tales encantos se nublan generalmente ante la multitud de fonduchos, tabernas y demás establecimientos de baja estofa, y ante la oscura concurrencia que por lo regular en tal punto se exhibe.

Ese paseo ha tenido hasta la fecha mala suerte.

Podría considerarse en la actualidad, relativamente á Buenos Aires, como el zaguán de su presidio.

Dentro de poco, y gracias al vertiginoso espíritu de reformas que anima á esta gran ciudad, es muy pro~ bable tenga ese paseo más lisongero porvenir.


II

En una tarde del expresado año de 1873, hallábanse sentados junto al velador de un rinc6n, en uno de esos fonduchos ó cafetines, dos individuos de no muy edificante aspecto.

Era uno de ellos de facciones indias, de lo que en el país se llama un tipo achinado; de apariencia y modales de gaucho, aunque vestido con cierta pulcritud; y el otro, de más edad que el anterior, era de parecida índole, una especie de fisonomía paralela, si la geometría entrara también en los trajes, maneras y facciones.

Tomaban con bastante prodigalidad cerveza de Biécker, de la famosa casa dundada en 1860, y fumaban cigarrillos negros, de ese tabaco que nos viene del Brasil preparado con miel de caña y cualquiera otra cosa más.

Los otros veladores estaban ocupados por muchos parroquianos, que fumando también, bebiendo y charlando en gerigonzas de acentuación extranjera, convertían el local