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Muy claramente, estaba ella distraída.

¿Quién sabe si tal vez pensaría en él, en él que la observaba con tanto arrobamiento desde ia rendija de la puerta?

Propendemos siempre á interpretar en favor nuestro, todo aquello que nos favorece y que desearíamos ver realizado.

Pidió permiso para entrar.

Habló en un principio con gran embarazo de cosas insignificantes, y después abordó con demasiada claridad sus pretensiones.

Rufina se le mostró desde el primer momento muy seria.

El se hizó cargo de la situación, y calculó que debía jugarse el todo por el todo, puesto que la fortuna favorece á los atrevidos, principalmente en asuntos y escenas de tal carácter.

La joven"se le mostró en extremo severa; y como el primer paso estaba dado, convenía ya seguir la borrasca con todas sus consecuencias.

Trató nada menos que de besarla, cuyo imprudente acto le valió una bofetada furibunda.

—Es usted un canalla, un miserable; que abusa de la sagrada y sincera hospitalidad que se le prodiga.

—Perdon... pero yo no tengo culpa de que sea usted tan bella.

—Ya que yo no le mereciera á usted respeto, debería usted tener consideración con el hogar de su tío, de un sacerdote....

—Pues eso último es lo que me ha reanimado. ¿Deben acaso los curas tener queridas?

—Atrevido, canalla... soy su esposa.

—¿Su esposa? ¿Y de cuando acá se casan los curas?

—Sea como fuere, ¿á usted qué le importa?

—Su misma hermosura, señora, es el mayor peligro; y esto debía disculpar mi loco atrevimiento ante los mismos