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concilio, por una reunión de hombres. El protestantismo es en tal punto más moral y filosófico... porque el sacerdote protestante se casa... y tiene familia...

El extranjero se interrumpió, dirigió distraidamente su vista á las paredes, y sacó y preparó un cigarro, que no encendió.

Luego clavó su mirada en la joven, la cual bajó la cabeza, frotando siempre un pliegue de su traje entre los dedos.

El prosiguió:

—Yo os amo. Nadie podrá... ni será capaz de pisotear mis sentimientos. Vuestra juventud, vuestra hermosura, vuestras gracias, el atractivo imperioso de vuestras formas, todo vuestro sér ha penetrado en mi alma por medio de la luz de vuestros ojos, y á través de mis mísmos ojos. Os amare siempre, como os lo he prometido, y... sereis mi esposa.

—¿Vuestra esposa?... ¿Cómo?...

El sacerdote vaciló unos instantes.

Seguidamente dijo:

—Si, seréis mi esposa. Me haré protestante, y al sacerdote de la reforma no se le prohiben tan naturales y legítimas uniones. El protestantismo es el renuevo perfumado, exuberante, lleno de flores y dorados reflejos, sobre el viejo, pesado y negrusco tronco del catolicismo. El uno es la rama delicada y florida que se alza sobre las cercas, pará recibir las caricias del sol y del aire; el otro es la dura y resquebrajada corteza que se oculta entre sombras, humedades y ortigas. Yo seré un digno sacerdote con arreglo á los principios religiosos de la reforma del siglo XVI, y vos seréis mi idolatrada esposa. ¿Estáis ahcra conforme?

La joven cruzó sus manos, y lanzó un profundo suspiro.

El sacerdote se sentó entonces cariñosamente á su la-