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CAPÍTULO IV
E l E m i g r a d o


I

Allá por el año de 1870 llegó á Buenos Aires un joven español, natural de la Coruña; uno de esos muchos emigrados que se alejan de su patria por dos motivos bastante tristes: ó por la miseria y oscuridad de porvenir que la misma les presenta, ó por falta que cometieran y temor á la acción de la justicia.

Los primeros llegan á las playas americanas animados generalmente por las mejores tendencias; contraídos al trabajo, á la economía, á la formación del capital, á la vida honrada y sobria, á ocupar en la progresiva república un puesto de ciudadano: los segundos suelen regenerarse; nadie se ocupa de averiguarles sus antecedentes de vita et moribus, y son bien recibidos y hasta llegan á adquirirse posiciones brillantes.

Otras veces persisten en sus malas inclinaciones, y la trampa de que allá milagrosamente se libraron, se les abre aquí para retenerlos mucho tiempo.

A estos ultimos los hemos calificado en un artículo de periódico, como aves del mal agüero, hechas á sacudir sus alas entre las profundas tinieblas de la noche penal.

En cada hombre hay cualidades muy características de tal ó cual sér irracional de la dilatada escala zoológica. Uno tiene, fuera de la forma, condiciones de tigre por su fiereza; de otro, se dice que hace el oso en las esquinas; otro es muy semejante á la hormiga ó abeja por su laborisidad y económicas condiciones;