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gidas hacia lo alto, y surcos de la piel muy señalados á partir del exterior de las expresadas ventanas) una primera impresión de simpatía. Contemplado, en cambio, de perfil, la gran depresión hacia atrás, de su frente, verdadera cuesta para hacer resbalar la mirada del observador á su cráneo poblado de fuertes cabellos; la gran elevación del hueso frontal en la parte de las cejas, y la puntiaguda prolongación de su nariz, podrían atraer á la mente semejanzas de ave de rapiña.

En muchas fisonomías humanas pueden notarse fácilmente tales contradicciones: dibújase algunas, veces en ciertos semblantes la apacibilidad de la oveja, y otras, las siniestras contracciones y chispas del tigre.

Y cierta inclinación al mal, esa tendencia que inspiró á Hobbes su célebre frase de homo homini lupus, rompe al fin ese equilibrio de lo malo y de lo bueno, especialmente en ciertas circunstancias especiales de la borrascosa vida humana; y aquella suave luz interna se trueca en rojizo incendio, y el que pareció debió ser siempre hombre de bien, se resuelve en furibundo y repulsivo criminal.

De la misma Santa Teresa de Jesús, un ilustrado santo dijo, si mal no recordamos, que su gran fogosidad y fuerza de alma tenían que dar por resultado, ó una santa, como felizmente lo fué, ó una gran prostituta. Hay, pues, espíritus de tal impulso, que abren en la humanidad una brecha y siguen la corriente destructora; ó que se pulverizan, por decirlo así, y aplacan, resolviéndose en la más apetecible apacibilidad.

El individuo á que aludimos tenía aspecto extranjero, y revelaba en su correcta pronunciación prócedencia española.

Miró con profunda atención á la madre, que en aquellos momentos despertó; y con cierta oblicuidad disimulada contempló también con bastante interés y cu-