Página:Ninon Lenclos Cartas.djvu/99

Esta página no ha sido corregida

AL MARQUÉS DE SÉVIGNE 89

morado. ¿Se puede en efecto estarlo sin dejarse arras- trar por la fuga de una inclinación impetuosa y sin sentir todas las revoluciones que necesariamente oca- siona? No, sin duda. Y ¿quién puede ver todas esas agitaciones en el objeto amado sin un secreto placer? Lamentando sus injusticias, sus arranques, no senti- mos menos deliciosamente en el fondo que somos ama- dos, y amados con pasión, y que esas mismas injusti- cias son una prucba de ello, tanto más convincente cuanto que es involuntaria. He aquí, marqués, lo que hace el encanto secreto de las penas que sufren á veces los amantes y de las lágrimas que vierten. Pero si vais á creer que quise deciros que una mujer de mal humor, una caprichosa, una furiosa puede haceros dichoso, desengañaos. He dicho y lo repetiré que se han menester la desigualdad, los caprichos, las trave- suras en un comercio galante para quitarle el desmayo y perpetuar la duración; pero pensad que tales condi- mentos no surten este efecto más que cuando el propio amor es su fuente. Si el humor nace de un fondo de brusquedad natural ó de un carácter inquieto, envi- dioso, injusto, soy la primera en decirlo, no formará más que una mujer aborrecible, no ocasionará más que querellas repugnantes. Los amores se convierten entonces en un verdadero suplicio del que hay que librarse lo más pronto posible.