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CARTA IV

¿Sabéis, marqués que acabaréis por enfadarme? Dios mío, qué poco talento tenéis á veces. Veo por vuestra carta que no me habéis entendido. Fijaos bien; no os he dicho que tomarais por querida un objeto despreciable. No es tal mi pensamiento. He dicho que actualmente no tenéis necesidad más que de una unión de corazón, y que para hacerla agra- dable no debéis fijaros únicamente en las cualidades sólidas. Vuelvo á repetirlo; en amor, los hombres no necesitan más que divertirse; y creo que puedo hablar de la materia. Un rasgo de humor, un ca- pricho oportuno, una querella sin sentido común, todo eso hace más efecto en ellos y los sujeta más que toda la razón imaginable y que la solidez de carácter.

Alguien (1) á quien estimáis por la justeza y la fuerza de sus ideas, decía un día en mi casa, que el capricho estaba en las mujeres junto á la belleza para ser su contraveneno. Yo combatí esta opinión con tanta viveza que fácilmente se vió que mi sentir era

(1) M. de La Bruyére.