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AL MARQUÉS DE SÉVIGNE 81

serian demasiado buena compañía. No nos convienen riquezas si no en proporción de nuestras necesidades : v lo mejor para vos es, creo, acercaros á las que unen á una figura amable, dulzura en el trato, alegría en el humor, gusto por los placeres de sociedad, y á quicnes el amor no asusta.

Á los ojos de un hombre razonable parecen de- masiado frivolas, me diréis: ¿pero creéis que se las, debe juzgar con tanta severidad? Persuadios, mar- qués, de que si desgraciadamente adquirieran más solidez en el carácter, ellas y vos perderiais dema- siado. ¡ Exigís en las mujeres cualidades serias... y no las halláis en un amigo! Os lo diré todo. No ne- cesitáis vosotros de nuestras virtudes, sino de nues- tro entusiasmo y nuestras debilidades. El amor que pudiera inspiraros una mujer estimable por todos conceptos, serta demasiado peligroso para vos. Hasta que podáis pensar en algo serio no debéis procurar si no divertiros con las hermosas, pasajeramente, por que con las otras, os lo predigo, tendríais mal fin.

Si no pensarais más sólidamente que la mayoría de los jóvenes, os hablaría en otro tono; pero veo que estáis próximo á caer en el exceso contrario á su ri- dícula frivolidad. Preciso es pues, que os unáis á una mujer que como un niño amable os divierta con agradables locuras, caprichos ligeros y todos esos bellos defectos que hacen el encanto de un trato galante.

¿Queréis que os diga lo que hace al amor peli- groso? La idea sublime que de él nos ferjamos á veces. Pero en verdad exacta, el amor tomado como pasión, no es más que un instinto ciego que hay que saber apreciar; un apetito que os inclina ¡por un objeto mejor que por otro sin que se pueda dar

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