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DE NINÓN DE LENCLÓS 67

viejo, quiso mejor estar entre gentes acostumbradas á su lupa y á sus cabellos blancos que reaparecer en una corte en la que temía no ser reconocido más que por el conde de Grammont (1).

Mie, de Lenclós había mantenido correspondencia con su antiguo amigo; y cuatro años antes de rechazar su indulto, ella le escribió para saber si una obra, que apareció bajo su nombre, y que llevaba el título de « Reflexiones acerca de la doctrina de Epicuro » era suya. M. de Saint-Evremont contestó que él no era el autor (2). Algún tiempo después él la dirigió, bajo el nombre de « Moderno Leoncio », su discurso sobre la « Moral de Epicuro á la que juzgaba más natural y cómoda que el autor de las « Reflexiones. » Afirmaba que Epicuro no había querido recomendar una voluptuosidad más pura que la virtud de los estoicos, voluptuosidad sin alma y sin movimiento ó, como él decía, voluptuosidad sin voluptuosidad.

La narración que hace á Mile, de Lenclós de la vida de ese filósofo á quien ella había amado siempre, era de algún modo, la historia de sus placeres y de la moral que ella había seguido siempre, quizá menos -por principios que por el instinto de razón al cual obedeció en la elección de las cosas que sirvieron de goce á sus sentidos. « Muchos no creerán, dice M. de Saint-Evremond, que Epicuro haya dejado pasar tanto tiempo filosofando con Leoncio y con Temista; pero si amó el placer como voluptuoso, recomportó como sabio. Indulgente con los impulsos de la natu- raleza, contrario á los esfuerzos, no creyendo siempre

(1) Fué antes de la declaración de guerra de 1689 cuando el conde escribió á Saint-Evrémond que era dueño de volver á la patria... ]

(2) El autor era Sarrazín.