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56 MEMORIAS SOBRE LA VIDA

Ninón, alarmada por este amor que su hijo disi- mulaba cada día con menos cuidado, usó contra él primero el rigor y lurgo la ausencia : todo fué inútil. La primera necesidad de un amante de ese carácter y de esa edad es la de ver al objeto amado. Y cree uirlo no descando ser amado y forzando al corazón á un completo silencio. ¿Quién no cree al principio amar con la suficiente delicadeza, con el suliciente desinterés para que semejantes sacrificios no sean más que pequeños esfuerzos? Por muy im- petuoso que fuera el caballero, supo contenerse para no parecer indigno de una gracia que había obte- nido con sus lágrimas y juramentos. ¡Juramentos de no am:r que animaba y dictaba el más violento amor! Ninón se equivocó.

Insensiblemente y quizá muy á pesar suyo, el ca- ballero perdió de vista las condiciones á que se había sometido. Ninón, á quien el primer peligro advirtió lo fatal del amor de su hijo, vió renacer aquel fuego mal apagado; sus suspiros, sus miradas, sus tristezas la traicionaron; se creyó en -el deber de hacer nuevos esfuerzos; y haciéndole un día pasar á su gabinete : « Levantad hacia mí los ojos — le dijo — ¡insensato! Hace más de sesenta y cinco años que vine al mundo. ¿Me conviene dar oídos á una pasión como el amor? ¿Es á mi edad cuando la mujer ama y es amada? Volved en vos, caba- llcro; ved lo ridiculo de los deseos á que me queréis arrastrar. »

Estas palabras, que hacian aparecer á Ninón á los ojos de su hijo lo mismo que siempre la-había visto, no cambió aquellos deseos que aumentaban en intensidad por momentos; las lágrimas llenaron los ojos de la madre desgraciada; y el joven Villiers

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