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42 MEMORIAS SOBRE LA VIDA

reflexiones. Asi decia á Saint-Evremond que daba gracias ú Dios por su talento lodas las noches, y le rogaba todas las mañanas que le preservara de las lon- terias de su corazón.¡ Qué título para Ninón la amistad constante del más grande hombre que han tenido las letras francesas! ¡Qué elogio el que le hace con ocasión de su obra maestra y, por consiguiente, de todos los teatros!

Sabidas son las cábalas y gritería que se levan- taron contra la comedia del Tartufo (1). El sufragio Ce Luis XiV, el de algunos prelados de su reino y el del mismo legado, no pudieron imponerse á los que teniaban de verse desenmascarados por esta obra; acabaron por detener el éxito, haciendo prohi- bir las representaciones en nombre de la justicia. Durante el curso de estos obstáculos fué Moliére á á leer su pieza á Ninón á quien se complacía en con- sultar todo lo que hacía :la miraba (dice á menudo) como la persona sobre quien el ridículo hacia la más viva y pronta impresión.

Ninón, encantada de una obra que debía inmo:- talizar á su ilustre amigo, para hacerle ver hasta qué punto había retratado la verdad, quiso contarle una aventura presenciada por ella y cuyo héroe

(1) He aquí una anécdota, relativa á este libro, que muy pocos conocen :

« Moliére no sabia qué nombre dar á su impostor “cuando un día que se hallaba en casa del nuncio con dos eclesiásticos, cuyo aspecto mortificado, pero falso, daba muy bien la idea del carácter que queria pintar, se presentó un vendedor de trufas; uno de estos piadosos eclesiásticos, que sabía un poco el iia- lizno, rompió el devoto silencio que guardaba, y cogiendo las más bellas exclamó gozoso : ¡ Tartufoli, Tartufoli, signor nun- cio! Molitre, que todo lo observaba atentamente, tuvo la idea de dar el nombre de Tartufo á su impostor, porque la escena que acababa de pasar le parecía muy graciosa. »