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36 MEMORIAS SOBRE LA VIDA

de ponerla en seguridad por los medios ordinarios; iba á declararse rebelde y el camino del depósito secrelo le pareció el único que debía seguir.

Conocía á un gran penitenciario famoso por la regularidad de sus costumbres y que parecía merecer por lo tanto la mayor confianza. En su casa pensó al principio depositar veinte mil escudos que tenía en metálico. Pero su estima por Ninón, á quien iba á abandonar con toda la pena posible, le determinó á repartir esta suma entre ella y el eclesiástico. Llevó pues á casa de uno y otra diez mil escudos que les confió durante su ausencia. Ninón fué más sensible á esta prueba «de estima de su amante de lo que hubiera sido al sacrificio de los motivos que le arrancaban de su amor.

M. de Gourville, de vuelta 4 París, fué primero á casa del gran penitenciario á reclamar su depósito. Cuál no sería su sorpresa cuando le respondieron santamente que no sabían lo que pedía, que no tenían conocimiento de tal depósito y que no tenían costumbre de recibir más que dinero destinado á ser: distribuido entre los pobres, lo cual se hacía en se- guida. En vano se quejó, protestó, se enfadó, no le opusicron sino la flema más descsperante y la fiso- nomía más contrita, el aspecto de la más rigida pro- bidad. No dejaron de negar y obligaron á M. de Gour- ville á callar ofendiéndose de la temeridad de su demanda. La hipocresta no deja nunca de interesar en su favor el respeto sagrado del que lo tiene el valor de imitar. Y la prudencia hizo tomar á M. de Gour- ville un partido que no le aconsejaba la justicia ni el enojo de que estaba poseído.

Engañado tan cruelmente en la idea que se bahía formado de un hombre á quien todo París creía