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AL MARQUÉS DE SEVIGNÉ 243

Creen como vos que el sacrificio que se les hace de un rival supone su superioridad sobre él. ¡Cuántas veces ocurre que este sacrificio no es más que un juego. Si es sincero, ó la bella había amado á ese rival ó no le había amado. Si le había amado, el dejarle es una prueba cierta de que ya no le ama; y en este caso, ¿qué gloria se obtiene con semejante preferencia? Si no le había amado, ¿qué deducís en vuestro favor de la pretendida victoria que obte- néis sobre un hombre que la era indiferente?

Hay otro caso en que podéis ser preferido y en que esta preferencia no sea motivo para causaros orgullo : si la vanidad de la bella que atacáis es más fuerte que su inclinación por el amante desgraciado. Vuestro rango, vuestra fortuna, vuestra fama, vuestra figura pueden determinarla en vuestro favor. Es raro (lo digo para vergúenza de las mujeres, aunque las hombres no sean menos ridículos que ellas en este respecto), es raro, repito, que un amante que no tiene más que su amor y sus grandes sentimientos, resista mucho tiempo contra un hombre notable por su cua- lidad, por el lugar clevado que ocupa, que tiene criados, coche, etc. Desde el momento que un amante pueda ridiculizar á una mujer y ésta no se atreva á declarar quién es su vencedor, no se aventura gran cosa al afirmar que el reinado de ese amante no será largo. Lo único que apurará á la bella será la elección de causa para dejarle. El marido de la pre- sidenta era un consejero tan insípido y- tan rígido como su peluca. ¡ Qué figura la de ese hombre al lado de un cortesano ó de un guerrero como vos!

¿Creeréis ahora en mis profecías? ¿Qué os dije? ¿Ha encontrado el caballero muchas dificultades para persuadir á vuestra Penélope? Esa mujer desolada