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CARTA XLIX

¿No sabéis que es más fácil conquistar á una que- rida que desembarazarse de ella? Ahora lo experimen- táis. No me sorprende vuestro hastío; lo que me extraña es que no haya llegado antes. Si no ignoráis cuál es su verdadero carácter, ¿cómo podéis pensar que la desesperación que ella afecta, viendo que vues- tra indiferencia aumenta todos los días, sea efecto de una pasión verdadera? Sois la víctima de su astucia; me extraña vuestra ceguera y 08 compadezco. ¿No será vuestra vanidad la que fortifique el error en que estáis? En verdad que sería una vanidad muy sin- gular; pero son tan vanidosos los hombres que se sienten halagados con el amor de la cortesana más vulgar. Desengañaos; una mujer como vuestra amante, cuando se la deja, no tiene en cuanta más que su propio interés. Se esfuerza en convenceros con sus lágrimas y con su desesperación de que vuestra persona y vuestros méritos son la causa de su dolor, que la pérdida de vuestro corazón es para ella el colmo del infortunio y que no ve á nadie capaz de consolarla de esa pérdida. Esos sentimientos son falsos. No es una amante afligida la que os habla;