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AL MARQUÉS DE SÉVIGNÉ 229

ciendo. Que nada amortigúe el amor que por ella sentís. Habéis obtenido la confesión de su pasión por vos; pero ¿es por eso menos estimable? ¿no debe aumentar á vuestros ojos el precio de su corazón en proporción de la seguridad que adquirís de ser el único poseedor? Y aun cuando hubieseis obtenido las pruebas de que hablaba en mi carta anterior, ¿os cree- ríais con derecho á menospreciarla? Me indignan los hombres cuando creen que pueden despreciar á mi sexo y castigarnos por nuestras debilidades; ¿no es el colmo de la injusticia y de la depravación el insul- tar al dolor que nos causa vuestra pérdida? ¿No pue- den ser inconstantes sin ser injustos? ¿Ó es que la injuria debe seguir al hastío que experimentan? Y si somos culpables, ¿es el que se ha aprovechado de nues- tras faltas, el que las ha ocasionado, quien debe cas- tigarnos por ellas? Conservad siempre los sentimientos que tenéis por la condesa. Que una falsa opinión no perjudique los progresos que pueden hacer todavía en vuestro corazón. Lo que nos haga despreciables á vuestros ojos, no debe ser nuestra caída en si misma. La manera que hemos empleado para defendernos, entregarnos y para conservar nuestro amor, debe ser la medida de vuestra estimación ó vuestro desprecio.

Mne, de La Fayette ha dicho que mi última carta encerraba un fondo excesivamente libre. De eso tiene la culpa vuestra indiscreción. Pero MMe, de La Fayette no se fija en que no soy más, culpable por eso que el anatómico en sus experiencias. Yo analizo el hombre metafísico del mismo modo que él analiza el hombre físico. ¿Crecis que el cientifico en sus ope- raciones debe omitir por escrúpulo las partes del cuerpo que pueden ofrecer á las gentes corrompidas ocasiones de entregarse á las inmoralidades de una