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AL MARQUÉS DE SEVIGNÉ 227

Vemos, por exemplo, que un amante se dispone á retirarse; tememos que se nos escape para dirigirse á otra más complaciente; no queremos perderle; nos humilla vernos abandonadas; cedemos, no encon- tramos otro medio para guardarle. Lo hacemos para no tener nada que reprocharnos. Si después de eso nos deja, él tendrá la culpa de todo. Gomo la mujer ama más por los favores que contede, piensa que el hombre los ha de agradecer. ¡Qué tontería ! Otras se rinden por distintos motivos, Ésta, por la curio- sidad, porque quiere saber lo que es el amor. Aquélla — sin belleza notable, — aspira á retener á los hombres por el atractivo del placer. Otras, ceden á la piedad, á la ocasión, á las importunidades, al deseo de vengarse de un infiel. Algunas, aspiran 4 dar á su vanidad la satisfacción de enamorar á un hombre singular por cualquier concepto. El corazón es tan raro y las razones que le deciden tan varias y extrañas que es imposible descubrir las causas que producen el éxito amoroso de los hombres. Pero si nosotras nos forjamos ilusiones sobre log medios de reteneros, ¿cuántas veces ho os equivocáis vosotros acerca de las pruebas de nuestro amor? Si tuvierais más delicadeza, encontrarlais mil que prueban bas- tante más que los favores más señalados.

Decidme, marqués ¿qué he hecho á M. de Cou- langes? Hacé un mes que no ha puesto el pie en mi casa. Sin embargo, cuando viene, procuro tratarlo bien, porque es uño de los hombres más amables que conozco. Si no hacéis que me visite 4 mi vuelta de Versalles, me disgustaré con vos; quiero que me cante él mismo los últimos couplels que ha escrito. Dicen que son encantadores,