Página:Ninon Lenclos Cartas.djvu/233

Esta página no ha sido corregida

AL MARQUÉS DE SÉVIGNÉ 223

no tendrán tantos motivos de queja y hasla estarán más contentas de sí mismas. Las cosas cambiarían si las mujeres recordasen que su papel es el de ha- cerse rogar y el nuestro el de suplicar y merecer nue- vas bondades; hechas para conceder, nunca deben ofrecer. Hasta en los arrebatos de la pasión han de ser reservadas, guardándose muy bien de en- tregarse por completo, sin amables querellas, tan necesarias para impedir el hastío.

» Cuando digo que la uniformidad de un trato ga- lante debe ser animada por algunas tormentas, no creáis que quiero significar que dos amantes para ser felices han de estar disputando continuamente. Deseo solamente que sus divergencias nazcan de su amor mismo, que la bella no olvide — por una bon- dad pusilámine — los cuidados y atenciones que la son debidos, que por una excesiva sensibilidad no haga de su amor una fuente de inquietud capaz de envenenar todos los momentos de su vida; que por una felicidad escrupulosa no haga creer á su amante que nada tiene que temer. Tampoco es preciso que por una dulzura exagerada, por una unanimidad inalterable tenga una mujer la debilidad de perdonar todo al hombre que la falta. La experiencia nos demuestra que frecuentemente las mujeres pierden el corazón de sus amantes ó de sus esposos por exceso de indulgencia y de facilidad. ¡Qué torpeza! Creer que es meritorio sacrificarles todo; les miman y hacen de ellos unos ingratos. Tanta generosidad se vuelve contra cllas mismas; ellos se habitúan á ver como un derecho lo que se les concede como una gracia.

» Todo los días veis mujeres (hasta entre aquellas que despreciamos con harta razón) que reinan con