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DE NINÓN DE LENCLÓS 13

negarse á los suspiros de este ilustre amante.

Picado de su resistencia, quiso él vengarse rindiendo sus homenajes 4 Marión de Lormes, cerca de la cual una fatalidad singular le hizo hallar obstácu- los aun más fuertes. Retenida entonces por una in- clinación violenta que por muchas razones guar- daba secreta, le hizo sufrir dificultades que no podían dejar de irritar á un espíritu acostumbrado á vencerlas todas. Ninón misma, á lo que se dice, se vió comprometida á amansar tanta crueldad, y estuvo encargada de ofrecer á su amiga cincuenta mil escudos que ella rehusó. El cardenal de Retz pretende sin embargo, que consintió en fin, en ren- dirse á esta pasión, y fué algunas veces á visitar al cardenal, pero casi todo el mundo está de acuerdo en que el vivo gusto que ella tenía entonces por un joven consejero del parlamento (1), le hizo des- deñar ofertas tan considerables.

En casos semejantes, el hombre de genio más elevado se porta como un hombre ordinario. El _cardenal dejó de pronto de ver á Marión de Lormes y á Ninón, que no perdieron un amigo de tal rango y mérito, sin sentirse molestas y sin concebir aun más desprecio por esa pasión impetuosa que lleva el disturbio al mismo seno de la amistad.

El estado terrible á que se vió reducido Scarrón, fué para ella una nueva pena. Amiga tierna y com- padecida, sintió todos los dolores de su amigo, que no la olvidó en la lista de gentes ilustres á quienes dió sus burlescos adioses (2) cuando se hizo trans-

(1) Jacques de la Vallée, sieur Desbarreaux.

(2) Adiós, aunque no seas rubia, — Doncella de quien habla todo el mundo, — Objeto encantador, bella Ninón, — La amante de Agamenón — Nada tuvo comparable — Á lo que