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AL MARQUÉS DE SEVIGNÉ 213

cólera no es lo más temible que podemos oponerles cuando nos ofenden. La que tiene necesidad de ponerse fuera de sí y de incomodarse para resistirles, muestra su debilidad. Una fina ironía, una burla picante, una humillante frialdad, eso es lo que les desconcierta. Nunca regañar y, por consecuencia, no habrá reconciliaciones.¡ Cuántas ventajas les arrebata este proceder !

» La mojigata sigue un camino diferente. Si se ve expuesta al menor ataque, no se cree razonable sino en proporción del resentimiento que ella ha hecho sufrir. Pero ¿á quien se impone con esta conducta? Todo hombre que conoce eso, se dice : He sido tratado así, porque he elegido mal el momento. Es mi torpeza lo que se castiga y no mi temeridad. En otro instante será bien recibido lo que hoy era un crimen; esos rigores son un aviso para que redoble mis atenciones, para merecer más indulgencia y desarmar su energía : quiere estar apaciguada. Y en este caso, el único medio de hacer olvidar la ofensa, es repetirla al tiempo que se pide perdón. Con mi teoría estoy segura de que un hombre no razonárá de ese modo.

» El marqués, por ejemplo, se ha dignado algunas veces dejarme leer en sus ojos sus respetuosas inten- ciones. Yo no he visto más que una manera de casti- garle : fingir no haberle entendido; insensiblemente he desviado su atención hacia otros objetos. Y este procedimiento me salió bien hasta el último día que estuvo en casa. No hubo medio de disimular; quería honrarme con algunas familiaridades que reprimi en el acto, pero sin encolerizarme, Creí que debía armarme menos de Indignación que de razón. Le pa- reci más afligida que irritada, y estoy cierta de que mi dolor le conmovió más que los amargos reproches