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AL MARQUÉS DE SÉVIGNÉ 209

de vosotros ó á vosotros de quienes ó á quienes habla; de gozar de su temblor con vuestros menores trans- portes amorosos, de su inquietud con las más ino- centes caricias! ¿Hay situación más deliciosa que la de un amante seguro de ser amado? ¡Qué encanto el de ser esperado con una impaciencia no disimulada; recibido con un cariño que es más halagador por el esfuerzo que se hace para atenuarlo! Ella se pone el adorno que más le gusta á él y adopta la posición, el tono, la manera de ser que más le agradan. Antes el tocado era para gustar á todos en general, ahora es exclusivo para él; para él esa pluma, esta cinta, aquel brazalete. Él es el objeto de todo; amándose á sí misma, le ama á él. ¿Qué encontraréis en el amor más encantador, que la resistencia de una mujer que os suplica no abuséis de su debilidad, que quiere deberos hasta la virtud? ¿Hay algo más seductor que una voz casi ahogada por la emoción, que esas negativas que una amante se reprocha y cuyo rigor trata de dulcificar por las miradas más tiernas antes de que el amante se queje? No puedo concebirlo. En cambio, es muy cierto que en cuanto ceden á vuestros arrebatos todos esos placeres se debilitan en razón directa de la facilidad que encontráis. De nadie más que de vosotros los hombres depende el prolongarlos, el aumentarlos, dándoos cuenta de toda su dulzura, para saborearla. Pero no os halláis satisfechos más que con la posesión entera, fácil y continua. Y después de esto os sorprendéis de encon- trar indiferencia, frialdad, inconstancia en vuestro corazón. ¿No habéis hecho todo lo preciso para har- taros del objeto amado? Lo he dicho siempre : el amor nunca muere de necesidad, sino de indigestión. Algún día os contaré lo que yo he sentido por el conde 14