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CARTA XL

El ejer 1nlo de la marquesa no ha infl:ído en el corazón de su amiga. Parece, por el conirario, que se ha puesto en guardia contra vos que os habéis atraído sus reproches por un ligero favor que os tomasteis. No me extraña que os haya recordado las protestas de respeto y de desinterés que hicisteis al declararla vuestra pasión. Es la costumbre en semejantes casos. Lo singular es que esos transportes que una mujer toma por faltas de respeto, mientras no se ha llegado á un acuerdo, se convierten en su imaginación en prueba de amor y de estimación desde el momento en que todo se ha convenido. Escuchad á las mujeres casadas y á todas las que sin serlo se permiten las mismas prerrogativas; escuchadlas en sus quejas secretas contra maridos infieles ó amantes fríos. Es que ellos las desprecian; esa es la única razón que á su juicio existe; sin embargo, lo que ellas antes con- sideraban como un signo de estimación y de hones- tidad, ¿qué es sino todo lo;contrario de esto? Ya os lo decía : hay un tiempo en que las mismas mujeres — más todavía que vosotros — hacen consistir el amor en la efervescencia de la sangre. Examinad una