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AL MARQUÉS DE SÉVIGNE 185

condesa? He de confesarlo; he juzgado á mi sexo con demasiado rigor y dispuesta estoy á darle uña reparación. Hay más mujeres enérgicas y virbuosas de las que yo había creído. ¡Qué fondo de razón ! ¡ Qué conjunto de cualidades estimables en nuestra amiga! No, marqués, no he podido rehusarle los sen- timientos de mi más delicada estimación y, sin con- sultar vuestros intereses, me he unido á ella contra vos. Me censuraréis, pero la confianza que había puesto en mí ¿no exigía una correspondencia por mi parte? No os ocultaré mis maldades; he llevado la malicia hasta el punto de enterarla del fruto que podíais sacar de lo que os he escrito sobre las mujeres. « Comprendo — me ha dicho —lo temible que es un amante que une á un tan gran conocimiento del corazón el talento de expresarse de una manera noble y delicada. ¿Qué ventajas no tiene con una mujer que piensa y razona? Lo he notado; por el razonamiento la seduce. Tiene el arte de justificar con habilidad á los ojos de su razón los extravíos á que él la arrastra. Una amante se cree obligada á establecer la debida proporción entre los sacrificios y el conocimiento que ella tiene de sus buenas cualidades. Con un hombre vulgar, una debilidad es una debilidad; con un hombre de talento, es un tributo que se debe á su mérito y hasta una prueba de nuestro discernimiento; hace el elogio de nuestro gusto, se aplaude por él. Convirtiendo en provecho de la vanidad lo que quita á la virtud ese encantador, nos oculta la grada- ción de nuestras debilidades ». Tales son los senti- mientos de la condesa con respecto á vos; no sé si os permiten abrigar alguna esperanza.

No ignoro que mejor hubiera sido hacer estas reflexiones y realizar nuestro proyecto sin enterarse