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180 CARTAS DE NINÓN DE LENCLÓS

una vida retirada se ve en la imposibilidad de tener- las. Llevan la malignidad — tanto temen concedernos alguna perfección — hasta suponer que nos hallamos siempre en un estado violento cuando intentamos resistirles. No hay mujer honrada — dice un amigo nuestro — que no esté cansada de su oficio. ¿Y cuál es la recompensa de los tormentos á que nos creen condenadas? ¿Elevan altares á esfuerzos tan heroi- cos? No. La mujer más honesta, según ellos es aquella de la que nadie habla; es decir, que una perfecta indi- ferencia, un olvido general es el premio de nuestra virtud. ¿Verdad que hay que tener mucha para con- servarla á ese precio? ¿Qué mujer no se verá tentada de abandonarla? Pero hay cosas graves que no saben disimularsce. :

» El deshonor sigue á una debilidad. La vejez es horrorosa por sí misma; ¿qué será si hay que pasarla entre remordimientos? Sentí la necesidad de evitar esa desgracia. Me figuraba que no podría lograrlo sino condenándome á una vida muy austera y no me sentía con bastante valor para cllo. Pero pronto me pareció mi situación la más adecuada para conciliar los placeres con la virtud. Por la sonrisa que se os escapa, veo que esa idea os parece una paradoja. Sin embargo, es más razonable de lo que pensáis.

» ¿Una viuda joven está obligada á tener una pasión? ¿No la dispensan que se muestre tierna? Basta que sea amable y que todo lo haga al exterior. Si representa bien su papel nadie sospecha que tenga un corazón. Buena presencia, modales, lenguaje á la moda, capri- chos, fantasías, gustos raros, es todo lo que de ella se exige. Puede ser virtuosa en el fondo impune- mente. ¿Á quién se le ocurre atacarla? Si encuentra resistencia pronto reununcia á su empresa. Supone