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AL MARQUÉS DE SEVIGNÉ 181

que la plaza está lomada y espera su turno pacien- temente. La perseverancia le dará mal resultado : ella anunciaría su pasión por otro y exigiría las defe- rencias que se deben á los arreglos hechos con ante- rioridad. Así es que la bella está defendida hasta por la mala opinión que de ella se tiene.

» Leo en vuestros ojos lo que váis á decirme : todo eso puede perjudicar á mi reputación y arrojarme en los inconvenientes que quiero evitar. ¿No es ese vuestro pensamiento? ¿No sabéis acaso que ni la conducta más austera se salva de los alfilerazos de la crítica? La opinión de los hombres es lo que forma nuestra repuiación y tanto la buena como la mala idea que tienen de nosotras es casi siempre falsa. Es la prevención, una especie de fatalidad lo que deter- mina su juicio; de suerte que nuestra gloria depende mucho menos de una virtud real que de la coincidencia feliz de las circunstancias. No debe ser la esperanza de ocupar un lugar digno lo que nos mueva sóle á practicar la virtud, sino también el deseo de estar bicn consigo misma y el de poder decirse, sea la que quiera la opinión pública con respecto á nosotras : Nada lengo que reprocharme. ¡ Qué importa después de todo lo que se diga acerca de nuestra virtud, si la conservamos en efecto !

» Quedé convencida de que debía debutar en el raundo adoptando la máscara que creí más favorable á mi tranquilidad y á mi fama. Me enlacé todavía más estrechamente á la amiga que me había ayu- dado con sus consejos. Era la marquesa de ...... parienta mía. La conformidad de nuestros senti- mientos era perfecta. Frecuentábamos la misma sociedad. El amor al prójimo no era en verdad nuestra virtud favorita. Entrábamos en un corro