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AL MARQUÉS DE SÉVIGNÉ 179

Cuando encuentra un objeto digno de su atención natural es que con él se apasione; su afección se mide por la extensión de su inteligencia; no puede preocu- parse de un modo vulgar. Hay, pues, que evitar la unión con esos caracteres, y por poco que se estime la propia tranquilidad, debe huirse del encuentro y de la comunicación con los hombres de que acabo de hablar. Formémonos un carácter que nos procure dos ventajas á la vez; la una, preservarnos de impre- siones demasiado fuertes, y la otra, apartarnos de los hombres que nos las podían causar. Adoptemos un aspecto que les impida mostrarse en lo que tienen de estimable y pongámosles en la necesidad de querer agradarnos por la frivolidad, por lo cómico. Por afec tados que sean sus defectos, nos darán armas contra ellos. ¿Qué estado puede procurarnos estos preserva- tivos? El de viuda joven, seguramente.

» Os extrañáis de la rara consecuencia que he dedu- cido de tan serios razonamientos. Más os extrañaréis aún cuando me escuchéis argumentar en forma para probaros que tengo razón; escuchad hasta el fin. Gonozco lo claro de vuestro espíritu; aunque os parezca frivola, sé pensar y creo que terminaréis por participar de mi opinión.

» ¿ Creéis que las apariencias de virtud son garantía contra las asechanzas del amor? ¡Pobre recurso! Cuando una mujer es capaz de una debilidad no se humilla en razon directa de la estimación que había querido inspirar. Cuanto mayor ha sido su virtud tanto más se ceba en ella la malignidad

» Por otra parte, ¿qué idea se forma el mundo de una mujer virtuosa? Los hombres no son lo suficien - temente injustos para creer que la mujer más honesta es la que mejor oculta sus *ebilidades ó la que por