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AL MARQUÉS DE SÉVIGNÉ 177

delicadeza de los sentimientos, separado de todas las amarguras con que se le desfigura y aumentado por la confianza y las efusiones del corazón. Pero desgra- ciadamente este sentimiento tan halagador para una mujer sin experiencia no tiene realidad en la vida. El desengaño por lo general viene demasiado tarde.

» Al principio era yo lo suficientemente buena para escandalizarme de dos defectos que notaba en los hombres : su inconstancia y su falsía. Reflexionando bien, he visto que por el primero de estos defectos, son más desgraciados que culpables. ¿Dada la natu- raleza del hombre, es posible que su corazón esté siempre lleno del mismo objeto? No. ¿Pero su false- dad merece la misma indulgencia? La mayor parte atacan á las mujeres á sangre fría, con el propósito de divertirse ó de sacrificarlas á su vanidad para lle- nar el vacío de una vida ociosa ó para adquirir cierta reputación fundada en la pérdida de la nuestra. Esos son la inmensa mayoria; ¿cuál es el medio de distin- guirlos de los verdaderos amantes? Todos tienen el mismo aspecto; y el hombre que finge estar] enamo- rado, es más seductor, á veces, que el que lo está en realidad. .

» Somos bastante cándidas para hacer del amor algo de primordial importancia. En cambio, los hombres lo tomáis como un juego; rara vez nos entre- gamos sin una verdadera inclinación; vosotros scis tan poco delicados que hasta nos perseguís sin inte» rés. Nosotras hacemos de la constancia un deber vosotros cedéis sin escrúpulo al menor disgusto. N siquiera guardáis las formas al abandonar una querida cuya posesión seis meses antes constituía vuestra gloria y vuestra felicidad. ¡ Feliz todavía si con crueles indiscreciones no la castigáis por sus bondades |

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