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CARTA XXX

Mucho me he alegrado al saber — antes de mi marcha al campo — que os habéis tranquilizado un poco. Os confieso sinceramente que, si la condesa hubiera perseverado en trataros con la misma seve- ridad, hubiera imaginado que no era insensible sino que teníais un afortunado rival. Esa resistencia era ya sobrepujar las fuerzas de la razón cuando com- bate sola. Porque debéis de estar perfectamente con- vencido de que nunca es más intratable una mujer que cuando, enamorada perdidamente de un hombre, desprecia á todos los demás.

Lo que me decís me prueba que sois amado y que sólo vos lo sois. Yo os daré incesantemente noticias ciertas, porque quiero examinar á la condesa yo misma. Esta resolución de seguro os sorprenderá. Vuestra extrañeza cesará en cuanto os acerdéis de que la casa de Mme, de la Sabliére, adonde voy á pasar ocho días, está al lado de la posesión de vuestra amable viuda. Vos mismo me hacéis saber que acaba de partir; unid á la vecindad el deseo desmesurado que tengo de conocerla y no os admirará la promesa que os hago... No dispongo de tiempo para terminar