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AL MARQUÉS DE SÉVIGNÉ 165

exige siempre combustible; si no puede ejercer su actividad más que con objetos sensibles á ellos se aplica exclusivamente. Cuando el espíritu no esté activo, los sentidos lo están. Á las personas incapaces de entender un lenguaje delicado se las habla por demostraciones apartadas de la delicadeza que no comprenden. No es combatiendo audacias, ni ofen- diéndose de una caricia demasiado viva como las mujeres defienden su honestidad. Cuando se dejan atacar de este modo, al defenderse, los sentidos se enardecen, la agitación que causa la resistencia apre- sura la derrota y sucumben luchando. En cambio, si desvían la atención del hombre hacia otros objetos, no habrá necesidad de poner esto á audacias, ni de ofenderse por libertades á las que han dado lugar, porque es evidente que los hombres no faltan á las mujeres que no lo quieren. No encontraréis uno solo — á menos que carezca en absoluto de educación — que no tenga un justo discernimiento acerca del grado de familiaridad que debe permitirse. Por eso, las que se quejan de que las han faltado no me impresionan; sus imprudencias, su aturdimiento habrán ocasionado todo. Querían que las faltasen. El defecto de cultura puede exponernos á los mismos inconvenientes; porque ¿qué hacer con una mujer sin ingenio y sin talento? El solo medio de matar el tiempo con ella es el de apelar á las audacias amorosas. Sólo se la puede hablar de su belleza, de la impresión que ha causado á los sentidos, y para expresar todo esto, hay que emplear el lenguaje de los sentidos. Ella misma no se persuade de vuestro amor, no corresponde, no os recompensa más que por los sentidos y dejándoos percibir una agitación igual á la vuestra. Su hones- tidad expirante no 0s opone más que una alegría, un