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162 CARTAS DE NINÓN DE LENCLÓS

han previsto la clase de combate, que habían de sos- tener, se encuentran indefensas. Nunca se podían figurar que el enemigo más temible era aquel de quien nunca habían oído hablar. ¿Cómo ponerse en guardia contra él? No es de los hombres, de quienes deben tener miedo, sino de ellas mismas. ¿Qué podría un amante si la bella no estuviera seducida. antes que por él, por sus propios deseos?

Cuando digo á las mujeres que lo físico es la causa principal de sus debilidades, no las aconsejo que sigan su inclinación. Al contrario, las advierto para que puedan precaverse de un enemigo que antes descono: fan. Lo que hago es decir al gobernador de la plaza que no será atacada por el sitio que había fortificado, que el asallo más temible no será el dei sitiador, porque dentro de la plaza los mismos sitiados le traicionarán.

Reduciendo á su justo valor los sentimientos de los que las mujeres tienen una idea tan elevada, desenga- ñándolas sobre el verdadero objeto que persiguen aun los más delicados amantes, intereso su vanidad para que no se figuren tan glorioso el amar y para que su corazón no vea tanta felicidad en los apasionamientos. Tened por seguro que si la vanidad se opone al atrac- tivo que sienten por la galantería no será la virtud la gue pierda.

Yo también he tenido amantes, pero nunca ver- dadera ilusión por ellos. Sabía penetrar á maravilla en su pensamiento y me persuadía de que lo que yo podía valer por el carácter y el ingenio influian muy poco en las razones que les determinaban á amarme. Y si en algo estimaban esas cualidades era por lo que halagaban su vanidad. Estaban enamorados de mí, porque yo era hermosa y ellos ardían en deseos. Por