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152 CARTAS DE NINÓN DE LENCLÓS

ducta. ¿No tencis la última persuasión de que toda mujer que quiere permanecer virtuosa, no dcbe nunca conceder intimidades ventajosas sobre ella, que debe precaverse hasta de las cosas más nimias, porque las bagatelas conducen á tolerar cosas de mayor importancia? Más seguro es para defenderse de los hombres, afectar un aire severo que aceptar declaraciones de guerra. La prueba de lo que digo está en que á las jóvenes en su educación se las pone un freno poderoso y suficiente para contenerlas. Hay más: una madre prudente no cree bastante inculcar en sus hijas el temor del deshonor, ni la mala opinión sobre los hombres, sino que las guarda de la vista de éstos y las pone en la imposibilidad de sucumbir á la tentación. ¿Cuál es la razón de tantas precauciones? Que esa madre teme la fragilidad de su hija si la expone un instante al peligro. Y á pesar de todos los obstáculos que ella coloca frente á las asechanzas de los hombres, ¿cuántas veces no ocurre que el amor los salva todos? Una joven bien educada — digamos mejor, bien guardada — se jacta de su virtud, porque imagina que sólo á ella misma la debe, pero casi siempre es como un esclavo rigurosamente encadenado, que quiere que se sepa lo contento que está de su suerte, puesto que no in- tenia la fuga. En efecto, ¿en qué clase encontráis las jóvenes perdidas? En aquéllas en que no son bastante ricas ó bastante felices para estar rodeadas sin cesar de todos los obstáculos que os han salvado. Á esas mujeres.los hombres las atacan con más atrevimiento, con más facilidad, con más frecuencia y, por consi- guiente, con toda clase de ventajas y no las sostienen las impresiones de la educación, el ejempo, el or- gullo, el deseo de un casamiento feliz. Y á pesar