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AL MARQUÉS NE SÉVIGNE 151

Según eso — contesté yo, — no hay una sola mujer virtuosa; no ereo que exista una que haya tenido que luchar con tantos enemigos á la vez. — « Puede ser — me replicó; — pero ¿sabéis la razón? Es que no hace falta tanto para vencernos; uno solo de esos enemigos basta para derrotarnos. »

Insistí. ¿Sostenéis que nuestra virtud no depende de nosotras, puesto que la hacéis depender de la ocasión y de otras causas extrañas á nuestra vo- luntad?

« Sin duda. ¿Sois la dueña de daros un tempera- mento vivo ó tranquilo? ¿Sois libre para defenderos de una pasión violenta? ¿Depende de vos arreglar todas las "circunstancias de vuestra vida de modo que nunca os encontréis sola con un amante que adoréis, que conozca su situación y se aproveche de ella? ¿Depende de vos el impedir que sus amorosos arrebatos no produzcan sobre vuestros sentidos el efecto que necesariamente deben producir? No, segu- ramente. ¿Pretendéis que vuestra virtud es vuestra obra, que podéis atribuiros la gloria de una cosa que en todo momento está en peligro? La virtud de las mujeres, lo mismo que todos los bienes que go- zamos, es un don del cielo; es un favor que podía rehusarnos. Ved pues, lo poco razonable que sois al glorificaros; reconoced vuestra injusticia al tratar tan duramente á las que han tenido la desgracia de ser víctimas desde su nacimiento de una irresis- tible inclinación hacia el amor, á las que ha sorpren- dido una violenta pasión, á las que se han hallado en esos desgraciados instantes de los que vos no hubierais salido con más gloria.

» ¿Queréis otra prueba de la exactitud de mis apreciaciones? La sacaré de vuestra propia con-