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AL MARQUÉS DE SÉVIGNÉ 127

á la condesa; sois vos el que pone dificultades. Un poco más de astucia por vuestra parte y todo que- daría perfectamente. Acordaos de lo que os decía M. de La Rochefoucauld : un hombre distinguido puede enamorarse como un loco. pero nunca como un estúpido.

Por otra parte, cuando comparáis vuestro respeto y vuestra estimación con los aires libres y casi inde- centes del caballero, cuando sacáis la consecuencia de que debía preferiros, no os podcis figurar lo des- viado que vais en vuestros razonamientos. El caba- llero es galante nada más y lo que dice no tiene valor, La frivolidad, la costumbre de acercarse á todas las mujeres hermosas que ve le hacen hablar. En sus aventuras, el amor juega un papel muy insignifi- cante. Como la mariposa, en cada flor se detiene un instante. Una diversión pasajera es su objeto. Tanta frivolidad no alarma á una mujer; goza, por el contrario, con el pequeño peligro que corre escu- chando á un hombre así. La condesa sabe apreciar en lo que valen las frases del caballero; le conoce como hombre cuyo corazón está seco. Las mujeres afi- cionadas á los problemas de la metafísica amorosa saben de sobra la diferencia entre un amante de esa clase y un hombre como vos. Por eso seréis siempre más temible y más temido. Pregonáis vuestra estimación afectuosa y yo os respondo de que no hay tal cosa y la condesa no lo ignora. Nada tiene un fin tan poco respetuoso como esa pasión. Á diferencia del caballero exigís reconocimiento, pre- ferencias, reciprocidad, hasta sacrificios;.la condesa ve esas pretensiones, y si no las distingue netamente en la nube que todavía las envuelve la naturaleza, le da el presentimiento de lo que podrá costarla el