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118 CARTAS DE NINÓN DE LENCLÓS

orgulloso del amor de una mujer, porque creéis que ella supone mérito en el objeto amado; la hacéis demasiado honor, ó mejor dicho, tenéis muy buena opinión de vos mismo. Creedme, no es por vosotros por lo que os amamos; hay que hablar con sinceridad; en amor no buscamos más que nuestra propia feli- cidad.

El capricho, el interés, la vanidad, el tempera- mento, la inquietud del corazón cuando está desocu- pado; esos son los grandes sentimientos que queremos divinizar. No son las grandes cualidades las que nos conmueven; si entran por algo en las razones que nus determinan en vuestro favor, no es el corazón el que recibe la impresión, cs la vanidad; y la mayor parte de las cosas que nos agradan en vos, bien apreciadas, os hacen con frecuencia ridiculos y despreciables. Pero ¿qué queréis? Necesitamos un adorador que nos mantenga en la idea de nuestra supcrioridad; nos hace falta alguien que satisfaga nuestros caprichos; necesitamos un hombre. El azar nos presenta á uno antes que á otro, le aceptamos, pero no le escogemos. Creéis ser objeto de un desinteresado afecto, creéis que las mujeres os aman por vosotros mismos. ¡ Pobres víctimas! Sois los instrumentos de sus pla- ceres ó los piquetes de sus caprichos. Es preciso, no obstante, hacerlas justicia : si sois lo que acabo de decir no es por intencionado impulso de ellas. Los sentimientos que expongo aquí, no los comprenden claramente; con la mejor fe del mundo imaginan que su pasión tiene por base las grandes ideas de que se alimentan su vanidad y la vuestra; por eso sería injus- ticia acusarlas de falsedad en amor; pero sin saberlo, se engañan y os engañan.

Ya veis los importantes secretos que os descubro,