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CARTA X

¿Os ha impresionado lo que la condesa os ha dicho de su virtud y de la delicadeza que exigiría de un amante? ¿Pensáis que siempre será tan severa como os parece que lo es ahora? Lo que os he dicho no os convence. Hasta creéis hacerme gracia dudando de los principios que os he expuesto. Si os atrevierais los condenaríais irremisiblemente. Os creo de muy buena fe cuando empleáis ese lenguaje. No es vuestra la culpa si todavía no veis claro en vuestros propios asuntos; á medida que avancéis, la nube se disipará, y notaréis con sorpresa la verdad de lo que he dicho.

Mientras la sangre fría se conserva ó la pasión no ha llegado todavía al grado á que os conducen sus progresos, todo parece grave; la esperanza del menor favor es un crimen y temblando se permite el amante la caricia más inocente. Al principio nada se pide ó tan poco que la mujer se crea obligada á concederos la pequeñez perdida. Para obtener esa minucia se promete no pedir más y, sin embargo, mientras se hacen esas promesas continúa el avance y la tami- liaridad; ella os permite esa charla libre y des-