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CARTA VII

De esta hecha, marqués, os llegó la hora. La pintura que me hacéis de vuestra situación, me anuncia que estáis enamorado. La joven viuda de que me habéis hablado es, en efecto, muy capaz de interesar á cual- quiera. El caballero de... me ha hecho de ella un retrato muy ventajoso. Pero apenas comenzáis á sentir algunas inquietudes, me hacéis ya un crimen de los consejos que os he dado. La turbación que el amor lleva al alma y los otros males que ocasiona, 0s pare- cen, decís, más de temer que de desear, son los pla- ceres que puede proporcionar. Cierto que muchas buenas gentes piensan que las penas del amor son por lo menos iguales á sus placeres. Pero sin entrar aqui en una disertación enojosa sobre si tiene ó no razón, si queréis que os diga mi pensar, el amor es una pasión que no es ni buena ni mala por sí misma : depende de que los sujetos que la sienten la determi- nen en bien ó en mal» Todo lo que diré en su favor es que tiene una ventaja ante la cual los disgustos que se la imputan no admiten comparación. Y es que nos saca de nuestra situación, nos agita, lo cual es satis- facer una de nuestras más urgentes necesidades. Creo

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